Pasé por muchos estadíos, tal y cual me los explicaron, tanto enojo. Morirse y desaparecer, dejando un dolor inexplicable, imposible de calmar, sin analgésico que lo duerma aunque sea por un instante. ¿Cómo podía ser posible? ¿Con qué derecho la gente se va y nos deja? ¿Con qué derecho ELLA se va y ME deja?
Fueron unas de las primeras preguntas que se me cruzaron por la cabeza. Pasaban los días, más conciencia tomaba, más la extrañaba, más me enojaba. Pensando cómo iba a hacer para caminar sola, planificar cuestiones básicas de mi vida y no contar con su compañía.
Así fue como empecé a transitar por un camino que tampoco imaginé, un trabajo constante para entender y amigarme con la muerte, romper las estructuras y ver más allá de mis narices, mirar con los ojos del alma y escuchar con el corazón.
Hoy, ya lejos de ese enojo, me gana la felicidad, porque tuve la posibilidad, mejor dicho, el honor de tener una mamá. Y no mamá porque la palabra así lo indica. No mamá porque la naturaleza decide que el sexo femenino puede parir, que puede albergar una vida en su vientre. NO... Mamá que elige ser mamá, que desea ser mamá, que ama ser mamá… Mamá que, aun después de partir, sigue marcando mi camino.
Mujer increíble si las hubo, radiante y más hermosa que ninguna. Mujer a la que extraño horrores. Mujer que hace sentir como si se desgarrara el pecho del dolor cuando la pienso y me doy cuenta de que ya no está. Mujer que puede generar la ansiedad más grande cuando el vacío se apodera de todo el espacio… y es eso lo que me devast[a] y, de un saque, me hace despegar. Porque eso es justamente lo que se siente cuando una persona marca tan profundo en otras vidas, eso se genera cuando el vínculo permanece más allá de la muerte.
¡¡¡Porque me dolés en todo el cuerpo, mujer!!!!
Pero agradecida estoy a vos por enseñarme a sentirlo, por entregarme tanto, por hablarme del amor e instruirme para la guerra… esta guerra, la de la vida.
Por eso me levanto de un saque, porque lo que me pasa no es más que tu amor, no es más que el orgullo, no es más que el placer, no es más que agradecimiento.
Mamá, te amo como siempre, te extraño como nunca.
¡Mamá! No me digas adiós, solo decime hasta siempre.
Nandy Malpassi.