Maa!

Maa!

Mi madre, Maria Isabel Luengo, murió

¡¡Abrir la puerta y gritar Maaa!! y al instante escuchar a su loro gritar finito Maa!!... Bailar las canciones de Michael Jackson a la noche, escuchar a José Vélez y a sus 55 años pude llevarla a un recital en vivo de ese negro bello como ella le decía, recuerdo que la arrastre hasta el escenario y le pudo tocar los pies, jamás voy a olvidar su cara de felicidad y emoción. 
Las tardes que en el patio me decía vos seguí la escoba con la manguera y así éramos un equipo perfecto para baldear el patio, aun llevo el olor del cemento mojado en todo mi ser, las tardecitas que sacábamos las sillas a la vereda y nos sentábamos juntas a ver pasar la gente juntas en el verano hasta que mis amigas me buscaban y desaparecía, pata de perro igual que tu abuela me decía. 
En marzo cuando empezaban las clases se sentía el olor a la plancha y comenzaba el ritual de lustrar los zapatos, recuerdo que me emocionaba lustrar los zapatos para el colegio. "zapatos lustrados y pelo peinado siempre mija".
Un día me dio un papel escrito por ella y me dijo que lo tenía que leer todas las noches antes de dormir y así estaría a salvo, ese papelito tenía el padre nuestro y así lo aprendí. A veces al día de hoy, aunque estoy muy alejada de la iglesia me descubro en situaciones difíciles recitando automáticamente el padre nuestro con su letra redondeada y pequeña.
Ella amaba su pelo, precioso por cierto y por ende amaba y admiraba el mío y el de mi hermana, ¡¡hasta lavarnos con agua de lluvia y lo primero que me miraba cada vez que llegaba era si mi pelo estaba sano o no y si no me decía "que ordinario ese pelo".
 ¡¡Cuantas veces le mintió a mi papá para comprarme la ropa de marca que quería!!  y otras negociábamos y me ponía la ropa que me hacia ella, camisa con jabot, vestido celeste con puntillas blancas y puntitos, como amaba yo esa solerita que por supuesto era solo para ocasiones especiales, misa, cumpleaños…
¡La comida de cárcel! (como la bautice) que rico los guisos de arroz que hacia mi mama.
Disfraces para comparsa, actos vaya si ha hecho esa mujer varios, el primero para mí lo hizo con la tela de su vestido de novia ya que no tenía dinero para comprar tela, la negrita candombera, esa era yo, ¡¡con 6 años vestida de candombera con tela de seda!!  
Su primer vacación en un hotel para que “te atiendan” como ella decía, ese era otro deseo de ella y pude una vez más concedérselo, y ahí fuimos a Carlos Paz, ella fascinada, recuerdo el miedo que le tenía al yacusi y logro vencer sus miedos y se metió y aún tengo su sonrisa grabada en mi memoria.
Como disfrutaba venir a rosario y que la llevara a merendar “a bares caros” como ella decía, íbamos a comprar ropa para ella en los lugares de detalles especiales así no se sentía incómoda. Aritos raros, ella llevaba una hipee dentro, anillos en los dedos de los pies, en la parte de arriba de las orejas, y yo complaciendola, cada cosa nueva que me veía que tenía yo, ella quería y para ella eran cosas como muy muy caras o raras, le encantaba que le regalara o le diera cosas que yo ya no usaba, los recibía como si fueran extraordinarias.

Muñeca, Charli, Carolina, Caroline, Mija esos nombres son lo que yo tenía para mi mamá, mi madre mujer tan débil como buscadora, tan miedosa como imponente.
 Mi mamá quien me dio la vida y la puso en riego tantas veces como la mantuvo a salvo, mi mamá unas de las personas que más me lastimó y la que supo darme fortaleza y confianza en mí, “ella es chiquita pero fuerte” decía cuando hablaba de mí, lo dijo tantas veces que llegue a sentirme invencible. “Ella nunca se enferma” también decía y así era... 
Durante muchos años en mi primera adultez me convertí en su hada madrina fue tan difícil crecer viéndola sufrir que en mi interior solo quería hacerla feliz y vaya que lo intente. Ella y yo sabemos las charlas interminables que teníamos para que ella se sintiera mejor, no importaba cual era el sufrimiento que la aquejaba yo estaba ahí para ella. Luego me enoje y necesite distancia, silencio y dejar de cuidarla, necesitaba dejar de ser la madre de mi madre, fueron años muy difíciles para mi e imagino que para ella también (nunca me lo dijo), y como siempre no puso queja ni objeción por mi distancia, siempre me dejo hacer, nunca un no para mí, ¡y vaya que los necesite! Pero jamás llegaron, y luego el reencuentro (alejarse para poder acercarse) diferente, ya madre e hija y ella recibiéndome con la comida que yo pidiera, casa ordenada, mesa puesta especialmente para mí, así me recibió siempre, como si llegara una celebridad a su casa. Sé que siempre penso que yo no necesitaba de ella y yo me encargue de que lo pensara también, son tan valiosos los momentos que la sentía toda para mí que los llevo grabados a fuego, hoy en día siento en mi muñeca cuando al caminar por la calle ella me daba la mano y novia su dedo pulgar acariciándome la muñeca, amaba eso. ¡¡Hoy en día cuando pelo papas se me vienen sus manos pelando papas abajo de la canilla, lo hacía ver tan fácil!! Cambiar pañales, ¡¡me enseñó a hacerlo con un kilo de arroz simulando un bebe, “medias, chaleco y gorrito siempre para que él bebe este bien” me decía y juro que es verdad!!.
Artista me decía también porque yo lloraba por todo y siempre me dolía la panza, de grande descubrí que no era teatro y que los dolores de panza tenían razón de ser… (cosas de humanos)
¡Podría escribir miles de hojas y quizás lo haga, pero esta es parte de nuestra historia y mi historia como hija de mi madre, la mujer que me dio la vida, “sin que se la pida” ella odiaba que yo con 8 años le dijera eso... jajá! 
Mi madre dejo su vida física, murió y con ella la posibilidad de seguir escribiendo historias juntas. Pero historia nos sobra, y aprendí a vivir sin necesitarla y en realidad fue ella quien me lo enseño, por dios cuanta confianza tenía esa mujer en mí. Siempre estaba segura de que yo lo que quisiera iba a lograrlo y que nada iba a vencerme.  A veces pienso que puso sus fortalezas en mí… 
Ma, voy a llevar tus manos fuertes, tibias y el último abrazo que nos dimos, más toda las aventuras que vivimos juntas y no tan juntas dentro mío por el el resto de mi vida. 

¡GRACIAS MÁ!

Mi madre, Maria Isabel Luengo, murió

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